29 de Julio de 2011
El primer día fue un día de nervios. Quintín y Rober currando y yo esperando en casa, ya de vacaciones. Esperé la llamada de Rober y sobre la 1,15 ya estábamos saliendo de Parla ya que teníamos todo cargado en el coche del día anterior. Quintín iría más tarde al salir del trabajo.
Decidimos tomar la A-6 por lo que tuvimos que afrontar los consecuentes peajes cuál impuesto revolucionario para cruzar más allá de Madrid. El viaje fue sin atascos ni demoras, salvo al cruzar los puertos de León que confundimos una salida y tuvimos que llegar hasta Gijón por la A-8. El paisaje una pasada. Una vez allí, nos dejamos guiar por el GPS de Rober y tuvimos nuestra primera sorpresa.
El GPS nos guió por el camino más corto y eso implicaba cruzar... montañas. Así pues cogimos una comarcal que subía, estrecha y con mil curvas por la montaña hasta el denominado "Mirador del Fito". La subida fue una auténtica pasada con una caída de la leche a nuestra izquierda. Vacas y hasta una cabra engulle margaritas se obstinaron en bloquearnos levemente el camino. Nos anotamos la subida pues nos gustó un montón ya que quedaba bastante cerca de Arriondas y las vistas eran espectaculares:
Después de cruzar Arriondas siguiendo el curso del Sella llegamos a Cangas de Onís. Una vez allí nos dimos cuenta de que era un pueblo muy turístico y en el que era imposible aparcar. Por suerte dimos pronto con nuestro casero Emilio que nos guió con su coche por intrincadas subidas del pueblo y la montaña hasta la casa rural. Vamos, donde el abuelito de Heidi. Eran aproximadamente las 19:30 horas.
Ya estabamos en nuestra morada y después de que Emilio y su mujer Juanita nos explicaran los pormenores de la casa comenzamos a sacar bártulos del coche y a saludar a Ziro (curioso, como el perro de Raúl), el perro vigilante de la casa. Hecho esto bajamos al pueblo a todo correr para hacer parte de la compra que teníamos pendiente, suerte que encontramos el Alimerka (el super Asturiano). Decir que la bajada al pueblo era de 1km exacto y luego implicaba subir con las bolsas y botellas hasta arriba... Lo hicimos y después de colocar todo volvimos a bajar a pata al pueblo para conocer el puente romano y el paseo del río. Una muestra del camino, los coches entraban justitos:
En un rato habíamos recorrido el pueblo y eran las 10:30h. Así pues, muertos de hambre decidimos cenar: patatas de 3 sabores (tomate, cabrales y ali-oli), choricitos a la sidra (suculentos) y unas croquetas caseras de jamón que estaban buenísimas. Todo eso aliñado con sidra de la huerta y sus cafelitos para aplacar el sueño venidero. Muy rico todo, para relamerse, aunque bastante caro (27€).
Hicimos tiempo en la plaza de la Iglesia hasta que Quintiín llegó sobre las 12:30h, destruido y muerto de sueño. Como iba a tope de cargado en el coche subí como pude de copiloto y le guié hasta la casa. Rober tuvo que ir a pata haciendo uso de su linterna-llavero. Al llegar bajamos a pata en su búsqueda y sorprendentemente ya casí había llegado. Volvimos y Quintín se asentó en la casa, después de devorar algunas magdalenas y croissants. La casa para lo que queríamos estaba de lujo, teníamos porche de sobra para aparcar los coches, 2 habitaciones cada una de 4 camas, un baño chiquitito pero suficiente (aunque la cisterna funcionaba bastante mal), un salón bastante grande con sillas y sillones sobrados y una cocina antigua pero utilizable (funcionaba a gas e incluso tenían una cocina antigua de las de carbón y todo....). Además afuera teníamos nuestra manguerita para limpiar las bicis y todo, asi que todo perfecto.
Después de que Quintín bautizara al perro como Triskis (más adelante descubriríamos que se era perra, aún llamandose Ziro) ahora tocaba dormir pues al día siguiente nos daríamos un buen tute.
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